La principal riqueza de las colonias españolas en América del Sur era la plata que se extraía de las minas de Potosí, en la actual Bolivia. Para que la mayor cantidad de esa plata llegara a las arcas de la Corona española, el rey Carlos I había establecido el monopolio. Este sistema comercial prohibía a
las colonias españolas comerciar con potencias extranjeras.
De esa manera, España era la única que podía comprar y vender productos a sus colonias americanas. Dos veces al año una flota de galeones españoles, escoltados por buques de guerra, salía del puerto de Sevilla, en el sur de España.
Solo unos pocos puertos americanos estaban autorizados para recibir esos barcos: los de La Habana (Cuba), Veracruz (México), Portobelo (Panamá) y Cartagena de Indias (Nueva Granada, en la actual Colombia).

¿Y cómo llegaban al Río de la Plata las mercaderías europeas, si el puerto de Buenos Aires no podía comerciar directamente con España?

Estas mercaderías eran distribuidas por los comerciantes limeños, que las recibían en barcos desde el puerto de Panamá. Desde Lima, los productos
viajaban en carretas tiradas por bueyes o cargadas a lomo de mula hasta llegar a ciudades como Córdoba, Santa Fe o Buenos Aires; sus precios eran hasta diez veces más altos que los que tenían al salir de España.
La escasez de productos que no se producían en América, como la seda, la porcelana y las especias, alentó a los habitantes de las ciudades más alejadas de Lima a recurrir al contrabando, es decir, al comercio ilegal, para abastecerse.
Esto significaba no abonar los impuestos que debían pagar las mercaderías que se compraban y se vendían legalmente en las colonias y que recaudaban las autoridades coloniales por medio de la Aduana.
Varios países europeos, como Francia, Inglaterra, Holanda y Portugal, alentaban el contrabando, ya que les permitía vender sus productos en aquellas zonas en las que las mercaderías españolas escaseaban o eran muy caras. Muchos comerciantes se dedicaron al contrabando para poder obtener más fácilmente productos que tenían gran demanda.

En 1778 el rey Carlos III promulgó el Reglamento de Comercio Libre. Si bien esta disposición no eliminó el monopolio, autorizó a veinticuatro puertos americanos a comerciar directamente con España. Entre esos puertos estaban los de Buenos Aires y Montevideo, en la llamada Banda Oriental, el actual Uruguay.
Esta medida fue de gran importancia para el Río de la Plata. A partir de entonces ya no fue necesario que las mercaderías llegaran desde Lima. Así, los productos comenzaron a llegar en las bodegas de los barcos que venían
directamente desde España. Por lo tanto, tardaban menos en arribar y los precios eran más baratos. Las regiones que más se beneficiaron con esta apertura comercial fueron las más cercanas al océano Atlántico, como la Banda Oriental, Buenos Aires y el Litoral.