En el primer trimestre del año, hemos trabajado con CUENTOS MARAVILLOSOS.

Aquí presentamos algunas historias disparatadas para seguir leyendo.


CINTHIA SCOCH Y EL LOBO (Ricardo Mariño)

El lobo apareció cuando Cinthia Scoch ya había atravesado más de la mitad del Parque Lezama.

-iHola! iPero qué linda niña! Seguro que vas a visitar a tu abuelita -la saludó.

-Sí, voy a visitarla y a llevarle esta torta porque está enferma.

-¿Y si la torta está enferma para qué se la llevas? ¿Tu idea es matarla?

-No, la que está enferma es mi abuela. La torta está bien.

-Ah, entiendo. Entonces puedo dejarme la torta como postre.

-¿Cómo?

-Que me gustaría acompañarte para que no te ocurra nada malo en el camino. Por acá anda mucho elemento peligroso. ¿Cuál es tu nombre?

-Cinthia Scoch.

-Lindo nombre.

-¿Usted cómo se llama?

-Jamás me llamo. Siempre son otros los que me llaman. ¿Vamos?

A poco de caminar, Cinthia y el lobo encontraron a una chica y a un chico que estaban sentados sobre un tronco, llorando.

-Pobres… -se apenó Cinthia-. ¿Qué les ocurrirá?

-Bah, no te detengas -murmuró el lobo-. Ya te dije: este lugar está lleno de pordioseros y granujas. Deben ser ladrones, carteristas, drogadictos, mendigos.

Pese a la advertencia, Cinthia se acercó a los niños.

-Estamos extraviados -le explicaron-. Nuestro padre nos abandonó porque se quedó sin trabajo y no tenía para alimentarnos.

-Lo siento -dijo Cinthia.

-¿Para qué? -preguntó el lobo, impaciente-. iSi ya está sentado! Mejor vamos a lo de tu abuelita.

-¿Cómo se lla… perdón, cuáles son sus nombres, chicos? -preguntó Cinthia.

-Yo, Hansel -respondió el chico, mirando con simpatía a Cinthia.

-Y yo, Gretel -balbuceó la nena, secándose las lágrimas con la manga del pulóver y mirando desconfiada al lobo.

-Bueno, vengan con nosotros. Vamos a lo de mi abuela y allá, mientras nos comemos esta torta, podemos pensar en alguna solución -propuso Cinthia.

Los cuatro siguieron camino. El lobo iba malhumorado porque se le estaba complicando el plan de comerse a Cinthia. De la rabia, no dejaba de patear cuanta piedrita había en el sendero.

Poco después se toparon con un grupo de siete niños o, para ser más preciso, seis y medio, ya que uno era una verdadera miniatura. Venían marchando en fila con el chiquitín adelante, y al encontrarse con los otros se detuvieron, confundidos.

-¿Perdieron algo? -los interrogó Cinthia.

-Es que… veníamos siguiendo unas piedritas que yo había dejado caer en el camino de ida para orientarnos al volver. Era la única forma que teníamos de encontrar el camino de regreso a nuestra casa…

-No entiendo -dijo Cinthia.

-Nuestros padres nos abandonaron porque no tienen trabajo -empezó a explicar el pequeñito.

-¡No lo había dicho, yo! ¡Este lugar está infestado de pordioseros, huérfanos y delincuentes! -lo interrumpió el lobo, tirando del brazo de Cinthia. Pero ella se resistió.

-¡Un momento! ¡Debemos prestar atención a este niñito!

-¡No hay que prestar nada! ¡Después no te lo devuelven!

-El problema es que en esta parte del camino las piedras han desaparecido -terminó de explicar el niñito.

Cinthia miró furiosa al lobo y éste se hizo el desentendido.

– Vengan con nosotros a lo de mi abuela. ¡Llevo una torta!

-Muchas gracias -dijo el chiquitín, emocionado, y muy respetuosamente se presentó:

-Me llaman Pulgarcito, y éstos son mis hermanos.

Continuaron camino.

El lobo estaba cada vez más impaciente porque al ser tantos, se complicaba el plan de comerse a Cinthia. Aunque enseguida, pensándolo mejor, se le ocurrió algo:

-Querida Cinthia -dijo el lobo-, como ya encontraste amiguitos que te pueden acompañar, puedo regresar a mis quehaceres. Hasta pronto y que les vaya bien a todos.

-Adiós, señor. Gracias por su compañía. Poco después el grupo llegó a la casa de la abuela. Cinthia golpeó la puerta y esperó. Pero en lugar de permitirle pasar con todos sus amigos, la abuela le dijo:

-Ay, querida, justo hoy que estoy enferma me visitas con todos tus amiguitos. ¡No quiero contagiarlos!

-Está bien, abuela -respondió Cinthia, desilusionada. Les pidió a los chicos que la esperaran afuera, y le dio la torta a Hansel para que la tuviera.

Una vez que pasó al interior de la casa, la abuela cerró la puerta y la miró de una manera extraña.

Cinthia notó algo raro.

-¡Qué orejas tan grandes, abuela!

-Para escuchar mejor lo que dicen los vecinos, querida.

-¡Y qué peludas tus manos!

-Para ahorrar en guantes…

-¡Y qué boca tan grande!

-¡Estaba esperando que dijeras eso! -exclamó el lobo, desfigurado de bestialidad-. Tengo esta boca tan grande… ¡para comerrrr… -había empezado a decir la abuela, cuando se escucharon tres enérgicos golpes en la puerta.

Cinthia abrió. Era una loba.

-Vengo a buscar a mi marido.

-Acá no hay ningún lobo -le explicó Cinthia.

-No estoy para bromas, nena. Puedo oler a ese inútil a trescientos metros. ¡Oh! Ahí está. ¿Qué hace disfrazado de anciana humana? ¡De dónde sacó esa ropa?

-¡Sólo estaba haciéndole una broma a esta simpática criatura! -dijo el lobo.

-¿Broma? ¡Cómo para bromas estoy yo! -dijo la loba-. Acabo de encontrar a dos cachorros humanos en el parque. Sus padres los han abandonado. Se llaman Rómulo y Remo y pienso amamantarlos yo misma. Es necesario que vengas conmigo y me ayudes a armarles un lugar donde puedan dormir -dijo, o más bien ordenó, la loba.

Cuando el lobo se marchó, Cinthia, que no había entendido nada de lo ocurrido, encontró a su verdadera abuela amordazada en el baño. Sólo cuando la anciana se calmó, pudieron entrar los demás chicos y entre todos comieron la torta.

Los chicos vivieron unos días con la abuela de Cinthia y luego pudieron regresar con sus padres.

Hansel y Gretel, como todo el mundo sabe, lograron encontrar el camino que conducía a la casa de sus padres, aunque antes debieron vencer a una bruja que los tuvo prisioneros varios días.

Pulgarcito y sus hermanos también pasaron ciertas peripecias para regresar con su familia, pero finalmente lo consiguieron gracias al ingenio del diminuto, que hasta llegó a casarse con una princesa.

En cuanto al lobo, se vio obligado a buscar comida para alimentar a los robustos y apetentes, Rómulo y Remo, y ya no tuvo tiempo para fechorías. De grandes, los niños viajaron a Europa y fueron muy importantes, aunque como hermanos no se puede decir que se llevaran bien.

La loba, por último, fue apreciada por todo el barrio de San Telmo, que premió su gesto levantando una estatua en el mismo Parque Lezama. Cualquiera que pase por allí puede verla. Es una escultura que muestra a una loba y a los dos niños, y está ubicada en el sitio donde el animal los encontró.

De Cinthia Scoch no podemos agregar demasiado, pero se dice que por allí circula un libro que cuenta parte de sus aventuras.


CAPERUZA COCINERA

Ya es grande, Caperucita,
se convirtió en Caperuza;
vive en Santa Teresita
y es maestra de lechuzas;

les enseña a abrir los ojos
bien grandes toda la noche
para ver como los piojos
salen a pasear en coche.

Se casó con un cartero
que conoció en Chacabuco,
donde fue a comprar ruleros
y a jugar torneos de truco.

Cuando llega el carnaval,
disfrazada de lenteja,
inaugura un festival
que organizan las almejas.

Es feliz, ya no se acuerda
de ese día tan terrible
cuando, por ser medio lerda,
se la comió un lobo horrible.

Sin embargo, algunas veces,
cuando está muy aburrida,
el lobo se le aparece
y ella le hace la comida.

Guillermo Saavedra

Publicado por Caperucitas Cómplices en miércoles, enero 28, 2009


El narrador Luis Pescetti

NARRADOR -Cierto día iba Caperucita por el bosque de… Che, ¿cómo se llamaba el bosque?

AMIGO/A-¿Cuál?, el de… ¿el bosque de Sherwood?

NARRADOR -No ése era el de Robin Hood.

AMIGO/A -Robin Hood no era el compañero de Batman?

NARRADOR -No, el compañero de Batman era Mandrake.

AMIGO/A -¡Si Mandrake era un mago!

NARRADOR -¿Y qué tiene? Además era el ayudante de Batman.

AMIGO/A -… ¿seguro?

NARRADOR -Claro, ¿para qué te contaría mentiras, eh? ¿Querés que siga?

AMIGO/A -Y, sí…

NARRADOR -El bosque quedaba en Transilvania…

AMIGO/A -Che, pará, ¿Transilvania no era donde vivía el conde Drácula?

NARRADOR -Vos tenés todo mezclado. No prestás atención a lo que te cuento y se te mezcla todo. Transilvania queda en Estados Unidos… si me vas a cuestionar todo mejor me callo.

AMIGO/A -Sí, mejor.

NARRADOR -… ahora no me callo nada.

AMIGO/A -Te callás porque no querés contarme el cuento, porque no lo sabés.

NARRADOR -Claro que lo sé; ahí te va, cierta noche, Caperucita estaba cerrando su famoso restaurante…

AMIGO/A -¡¿Su famoso restaurante?!

NARRADOR -Sí, cuando de repente recibió una llamada telefónica…

AMIGO/A -… era uno que le avisaba que vos le estabas haciendo bolsa el cuento.

NARRADOR -No, era su mamá, que le pedía que pasara de la abuelita a dejarle algo de comer. Le dijo así: “Blancanieves…”

AMIGO/A -¡¿”Blancanieves” le dijo?!

NARRADOR -Sí, “Caperucita” se llama el cuento, pero a ella le encantaba que le dijeran “Blancanieves”. Entonces el tío le dijo así…

AMIGO/A -Che, ¿no era la mamá la que estaba en el teléfono?

NARRADOR -¡Nunca dije que fuera la madre… por favor prestá atención! Dejame seguir, le dijo así: “Blancanieves, cuando cierres tu famoso restaurante llevale algo a tu abuelita que recién me habló y dice que está con un hambre terrible”.

AMIGO/A -¿Y por qué la abuelita no la llamó directamente al restaurante?

NARRADOR -Porque se le olvida el número.

AMIGO/A -¿Y por qué no lo tenía anotado en un papelito al lado del teléfono?

NARRADOR -Porque el lápiz se lo había prestado a un humilde cazador.

AMIGO/A -¿El que aparece al final del cuento?

NARRADOR -Exactamente, que fue el que atendió el teléfono.

AMIGO/A -… Che, ¿no lo había atendido la misma Caperucita?

NARRADOR -¿Quién? ¿Blancanieves?

AMIGO/A -Sí.

NARRADOR -No creo, ella no tenía teléfono.

AMIGO/A -¡¿Y dónde recibió la llamada si no tenía teléfono?!

NARRADOR -Ahí está la gracia, escuchá, entonces el humilde cazador le dijo a la mamá…

AMIGO/A -¿Por qué era “humilde cazador”?

NARRADOR -Porque si hubiera sido rico tendría empresas pero no sería cazador. Ahora callate y dejame contarte el cuento.

AMIGO/A -… ¿No tenés otro? No entiendo nada.

NARRADOR -Porque no prestás atención. Entonces el humilde cazador le dijo: “Mire, señora, su hija se fue a un baile a que le probaran un zapatito”.

AMIGO/A -¿Ése no es el de Cenicienta?

NARRADOR -No, en el que hay un baile es en el de Pinocho.

AMIGO/A -En el de Pinocho nunca hubo un baile, porque él no era como los demás niños.

NARRADOR -El que no era como los demás niños era Frankenstein.

AMIGO/A -¡Pero si él era un monstruo!

NARRADOR -Por eso no era como los demás niños, ¿querés que siga o cambio?

AMIGO/A -… Y no, seguí…

NARRADOR -Entonces la abuelita le dijo…

AMIGO/A -¿Qué abuelita? ¿No estaba hablando con la mamá?

NARRADOR -¿Ves? No PRESTÁS ATENCIÓN. ¿No te dije que la mamá era sorda?

AMIGO/A -¿Sorda?

NARRADOR -Y claro, le habían hecho una operación, pero no quedó bien.

AMIGO/A -¿En el cuento dice eso?

NARRADOR -Por supuesto, yo nunca te mentiría. Sigo. Entonces le dijo: “No importa, yo igual la llamo después, no se olvide de darle mi mensaje”. Pero ni bien colgó, el cazador ya se había olvidado y ese mismo día la abuelita hubiera muerto de hambre… si no fuera porque pasó un lobo y se la comió. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. ¿Te gustó?

AMIGO/A -… Al medio no lo entendí, pero estuvo bueno.

NARRADOR -¿Qué parte?

AMIGO/A -La de los ladrones que entran al restaurante.

NARRADOR -Porque no prestás atención. Mañana te cuento otro.


Caperucita Lola de PATRICIA SUÁREZ

(Caperucita Lola camina por el bosque revoleando la canastita.)

CAPERUCITA LOLA: Me dijeron que por acá podía salirme al paso un Lobo Feroz. Brrr… qué miedo me da el Lobo Feroz. Me dijeron que tenga cuidado con… los cardos, porque a veces el Lobo se oculta entre las plantas de cardos. (Caperucita revisa entre las plantas. Con desilusión.) No hay nada…También el Lobo puede estar encima de la copa de un árbol, oculto por su follaje y listo para lanzarse sobre una criatura inocente como yo y devorarla de un bocado. (Caperucita trepa un árbol. Desde arriba.) Hola, Hooola… (Baja.) Nada. (Sigue andando.) A lo mejor ahora el Lobo Feroz se dedica a comer ovejas. ¡Me revienta cuando los lobos atacan a las ovejas y dejan de comerse a los niños! ¡Me paspa! Capaz que ahora come hasta gallinas… ¡No hay nada más cobarde que un lobo que mate gallinas! ¡Los odios, los odio! ¡Los lobos deben comerse niños, niñas, y criaturas inocentes!

(De pronto aparece un Monstruo Peludo. Caperucita lo ve y grita de gusto y susto.)

CAPERUCITA LOLA: ¡Ahhhhhhh! ¡El Lobo Feroz!

MONSTRUO PELUDO: (Asustado.) ¿Quién? ¿Adónde?

CAPERUCITA LOLA: (Sobreactuando.) ¡No me mate, Lobo Feroz!

MONSTRUO PELUDO: (Mirando a todos los costados; luego se arrodilla suplicante.) ¡No nos mate, Lobo Feroz!

CAPERUCITA LOLA: ¡Soy una criatura inocente!

MONSTRUO PELUDO: ¡Yo también! ¡Yo soy casi casi una criatura inocente!

CAPERUCITA LOLA: ¿Qué estás diciendo?

MONSTRUO PELUDO: Una vez… una vez me comí una oruga… pero fue sin querer… Yo estaba justo desayunando un girasol, que es mi flor preferida, y ahí dentro, escondida estaba una pequeña oruguita. ¡Yo no la ví y me la tragué, pobrecita!(Solloza.) ¡Pobre, pobre pequeña oruguita!

CAPERUCITA LOLA: ¿De qué hablas? ¿Qué dices? Ahora es cuando debes tirarte encima mío y destriparme…

MONSTRUO PELUDO: ¿Yo? ¿Y por qué?

CAPERUCITA LOLA: Porque sos un Lobo Feroz.

MONSTRUO PELUDO: No, yo no soy un Lobo Feroz.

CAPERUCITA LOLA: Sos un Lobo Feroz.

MONSTRUO PELUDO: No. Soy un Monstruo.

CAPERUCITA LOLA: No. Sos un Lobo Feroz.

MONSTRUO PELUDO: Soy un Monstruo.

CAPERUCITA LOLA: Yo soy Caperucita Lola.

MONSTRUO PELUDO: Yo soy un Monstruo.

CAPERUCITA LOLA: (Sin poder creerlo.) Un Monstruo…

MONSTRUO PELUDO: (Le tiende la mano para estrechársela.) Monstruo Peludo, mucho gusto.

CAPERUCITA LOLA: (Le estrecha la mano, se la sacude, revolea al Monstruo por el aire, muy enojada.) ¿Por qué me tienen que pasar a mí estas cosas? ¿Por qué no se me aparece un lobo como debe ser y me engulle? ¡A mí, la Criatura Inocente del Bosque! ¿Por qué se me tiene que cruzar este… este… ¡este mequetrefe!? ¡Este papanatas!, ¡este cabeza de chorlito!

MONSTRUO PELUDO: Es que justo pasaba por acá porque tengo que ir a visitar a mi abuelito.

CAPERUCITA LOLA: ¿A quién?

MONSTRUO PELUDO: A mi abuelito, el Monstruo Pelón.

CAPERUCITA LOLA: (Desolada.) Esto es mucho para mí…

MONSTRUO PELUDO: Mi abuelito vive en una torre en medio del Bosque. Construyó la torre él solito sin ayuda de nadie; es un monstruo muy bueno… En mi familia todos somos muy enrulados, pero él…

CAPERUCITA LOLA (Interrumpe, levemente ilusionada.) ¿Por casualidad se habrá comido alguna Criatura Inocente tu abuelito alguna vez?

MONSTRUO PELUDO: A ver… a ver que hago memoria… (Cuenta con los dedos, llega hasta siete.) No. Nunca.

CAPERUCITA LOLA: ¿Y qué contabas con los dedos?

MONSTRUO PELUDO: ¿Quién? ¿Cuándo? (Pausa.) Voy a la torre de mi abuelito a llevarle un tónico capilar.

CAPERUCITA LOLA: ¿Un qué?

MONSTRUO PELUDO: Son los nervios dice mi padre. Mi abuelito ha estado muy nervioso últimamente y eso contribuyó a que se le cayera el pelo. Es la vecindad. El pobre se fue al Bosque para vivir solo y tranquilo y resulta que tiene de vecina a una vieja horrible que le hace la vida imposible. Todo el día está armada con una escopeta y le apunta por la ventana.

CAPERUCITA LOLA: ¿A tu abuelito?

MONSTRUO PELUDO: No. No exactamente. La vieja horrible le tiene miedo a los lobos. Pero como no hay muchos en el bosque actualmente, le dispara a mi abuelito por entretenimiento…

CAPERUCITA LOLA: ¿Teme a los lobos?

MONSTRUO PELUDO: A los Lobos Feroces, sí. Parece que tuvo una experiencia espantosa una vez… Se casó con un Lobo.

CAPERUCITA LOLA: Eso no es cierto.

MONSTRUO PELUDO: Bueno, como yo soy un monstruo niño, mi abuelito me lo contó así. Sucedió que justo iba la nieta de la vieja asquerosa a visitarla. Era una niña tan fea que llevaba un sombrero rojo, enorme que le tapaba la cara.

CAPERUCITA LOLA: ¡Eso no es cierto!

MONSTRUO PELUDO: ¿Cómo que no? Mi abuelito no miente. El sombrero era enorme y rojo y entonces la gente se distraía mirándole el sombrero y no la cara, que era horrible, llena de granos, con los ojos bizcos y ¡hasta tenía un agujero donde iba la nariz!

CAPERUCITA LOLA: ¡No, no y no!

MONSTRUO PELUDO: Si me vas a interrumpir no te cuento.

CAPERUCITA LOLA: Está bien. Continuá.

MONSTRUO PELUDO: Entra de pronto la niñita inmunda a la casa…

CAPERUCITA LOLA: ¿Podrías no llamarla “niñita inmunda”?

MONSTRUO PELUDO: No cuento más. Adiós, me voy.

CAPERUCITA LOLA: ¡No, vuelve, vuelve! Contáme más.

MONSTRUO PELUDO: No sé…

CAPERUCITA LOLA: Por favor…

MONSTRUO PELUDO: Es que no sé…

CAPERUCITA LOLA: No voy a interrumpir, te lo prometo.

MONSTRUO PELUDO: Está bien. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Sí, la parte de la niñita inmun… en fin. La nietita iba a llevarle a la abuela pólvora fresca, porque la vieja cochambrosa se pasaba pólvora por la cara todas las noches, como si fuera una crema para rejuvenecer. Pero no rejuvenecía nada: se venía más horrible y horrible. Con decir que el L Lobo Feroz se enamoró de ella. Sí: así como lo oís. Locamente. (Caperucita Lola está a punto de estallar de rabia, hace esfuerzos por contenerse.) Y un día, de pronto entró la nietita a la casa y encontró al Lobo Feroz y a la vieja ponzoñosa en la cama… Eso quiere decir que: o estaban muy enamorados o estaban casados…

CAPERUCITA LOLA: ¡Basta! ¡Basta! ¡No aguanto más! ¡Basta!

MONSTRUO PELUDO: Ay, pero qué carácter. Desagradecida.

CAPERUCITA LOLA: ¡No voy a permitirte que hables así de mi abuelita!

MONSTRUO PELUDO: Ah, pero qué familia.

CAPERUCITA LOLA: Ratón gigante, eso es lo que eres: una rata gigante y parlante, andante, asqueante, babeante…

(Entra el Lobo Feroz. Tiene aspecto de joven inteligente, cabello rubio en la cabeza, con flequillo, camisa hawaiana, pantalones pescador, sandalias, anteojos negros. Lleva una heladera de telgopor portátil. Caperucita Lola y el Monstruo Peludo se quedan anonadados mirándolo. Larga pausa.)

LOBO FEROZ: Permiso, permiso…

CAPERUCITA LOLA: ¿Tú…, tú eres el Lobo Feroz?

MONSTRUO PELUDO: (En voz baja.) No te hagas la que no sabés, Caperucita. ¡Si es el novio de tu abuelita!

CAPERUCITA LOLA: ¡Que novio, ni novio! Callate; mirá que sino te arranco los pelos uno por uno.

LOBO FEROZ: Estoy vendiendo Pasteles de Mijo… ¿querrán comprarme uno? Los tengo aderezados con dulce de membrillo, de cascaritas de naranja confitada…

MONSTRUO PELUDO: Ay, qué rico.

CAPERUCITA LOLA: ¿Pasteles de qué?

LOBO FEROZ: Mijo.

CAPERUCITA LOLA: ¿Mijo?

MONSTRUO PELUDO: Mijo.

CAPERUCITA LOLA: ¿Y qué es el mijo?

MONSTRUO PELUDO: El mijo es… Expliquéle usted mejor, señor vendedor.

CAPERUCITA LOLA: ¡No es un vendedor! ¡Es el Lobo Feroz!

LOBO FEROZ: El mijo es un cereal, una planta gramínea originaria de la India, con tallos de seis decímetros de longitud, hojas planas, largas y puntiagudas, y flores en panojas. La semilla es pequeña, redonda, brillante y de color blanco amarillento. Es rico en vitaminas y proteínas y sirve de alimento a los canarios.

MONSTRUO PELUDO: ¿A los canarios?

CAPERUCITA LOLA: Nosotros no somos canarios.

LOBO FEROZ: ¿No?

MONSTRUO PELUDO: No. Yo no soy un canario.

LOBO FEROZ: ¿No eres un canario?

MONSTRUO PELUDO: No. Soy un Monstruo.

LOBO FEROZ: (Se quita los anteojos y se los limpia con un paño; se coloca gafas de ver de lejos.) ¿Un Monstruo?

MONSTRUO PELUDO: Sí, un Monstruo.

LOBO FEROZ: (Tocando el pelaje del Monstruo Peludo.) ¿Estas no son plumas?

MONSTRUO PELUDO: No. Son pelos. Soy un Mons-truo Peludo.

LOBO FEROZ: Monstruo Peludo.

MONSTRUO PELUDO: Eso.

LOBO FEROZ: ¿Y no me comprarán pastelitos de mijo?

LOS DOS: No.

LOBO FEROZ: ¿No?

LOS DOS: No.

LOBO FEROZ: Igual no tengo muchos para vender. Porque son los bocaditos de una boda.

LOS DOS: Qué bien.

LOBO FEROZ: Podría dejárselos a ustedes a buen precio.

LOS DOS: No queremos.

LOBO FEROZ: Para que prueben si les gusta y después, si tienen alguna fiesta de cumpleaños, por ejemplo, me pueden llamar a la línea 0-800-PASTELITOSDEMIJODELOBOFEROZ, y yo les llevo las docenas que me pidan. El reparto lo hago yo mismo siempre y cuando ustedes viven en el radio del bosque. ¿Viven en el bosque?

LOS DOS: Sí.

CAPERUCITA LOLA: Pero no queremos pastelitos de mijo.

MONSTRUO PELUDO: No. No queremos.

LOBO FEROZ: Es una pena. Porque a la boda que voy no los van a comer a todos y seguro me van a sobrar… No lo creerán ustedes pero: ¡los novios no tienen dientes! ¿Saben por qué?

MONSTRUO PELUDO: Son bebés.

CAPERUCITA LOLA: Son dos anguilas.

LOBO FEROZ: ¡Pero no! Pasa que se casan la campeona de tiro al blanco categoría veterana, que es tan viejita que está ya desdentada, con el chicharrón pelado, que nunca tuvo dentadura…

LOS DOS: ¿Quiénes?

LOBO FEROZ: Una gente del bosque. Es increíble cómo surge el amor entre las personas… Ellos mismos me relataron su historia de amor, pero… ¿No se dirigían ustedes por aquel camino?

LOS DOS: Sí.

LOBO FEROZ: Vamos andando, entonces. Así les cuento de este romance. En el Bosque suceden las cosas más insólitas. Resulta que él vivía en una torre, muy aislado, después que se jubiló. Y ella estaba siempre sola, porque la nieta no iba nunca —aquí, entre nosotros lo digo—, una egoísta que no iba nunca y cuando la visitaba, muy de vez en cuando, le llevaba de regalo tortas preparadas con sustancias nocivas para la salud. Yno tenía en cuenta que la viejecita amorosa era naturista…

CAPERUCITA LOLA: No puedo creerlo…

LOBO FEROZ: Sí, sí. El amor es una cosa de no creer. Verán: ella entonces decidió atrapar pajaritos para tenerlos de mascota en su casa, les disparaba balas de salva, claro. Y un día una bala pega en el alero de la torre de él. Él va, se queja, ella se opone a ese amor, él se resiste, luchan en vano contra ese sentimiento, pero luego él la invita a comer ensalada de alpiste, ella lleva tortilla de alfalfa… Un amor naturista que surgió entre ellos, una pasión indominable… ¡y ahora se casan felices, y comerán hamburguesas de soja! Digo hamburguesas de soja porque es lo que más parecido tiene al sabor de las perdices. (El Lobo Feroz ríe.)

(Caperucita Lola corre al centro de la escena. Se arrodilla y grita.)

CAPERUCITA LOLA: ¡¿Por qué me tienen que pasar estas cosas?! ¡Soy una Criatura Inocente! ¡Yo quiero alguien que me devore! ¡Necesito un devorador! ¡Alguien que me devore, por favor!

(Apagón.)